miércoles, 31 de agosto de 2011

Otro viejo poema

Por la mañana

Esta luz que se apropia de paredes,
del sueño, luz de calma, de silencio.
Esta luz que no sabe de aduanas
y se ofrece sin tregua en desnudez,
arrasa inermes guardas de la noche,
telares de la sombra que nos teje,
denso pudor de cuerpos enclaustrados.

Instaura su transparencia de cuenco
para los primeros gestos erguidos
en la frontera, ciegos centinelas
que así predicen y ensayan las formas
de la materia. Aquí una mano turbia,
el escorzo de un pecho aún anegado,
un poso de légamo en la garganta.
Desleída ceniza de las sombras.
Roces, latidos, ritmos que concentran
este temblor azaroso del día.

Espesura de luz ya restaurada
para el nacer del tiempo entre los cuerpos.