«En “The Immigrant” de James Gray se reescribe
el melodrama clásico con la influencia determinante de Griffith y sus figuras y
situaciones más reconocibles (pulsión sacrificial, camino de redención,
catarsis confesional…), por lo que no es de extrañar que con esos mimbres
muchos tengan la tentación de etiquetarlo superficialmente de neoclásico o reaccionario.
Hay, sin embargo, una intensidad en su dramaturgia formal que retiene las
huellas de un exceso y un desbordamiento y termina traspasando los límites de
ese imaginario formalista y nostálgico en que pudiera querer confinárselo. En
este sentido, la ejecución interpretativa, el cuerpo siempre en tensión, excesivo,
de Joaquin Phoenix –en un precario (des)equilibrio entre opacidad, erupción
violenta y extraña ternura mórbida- es la encarnación perfecta de esa poética paradójica
donde la suntuosa liturgia escénica deviene finalmente la máscara tirante e inestable de
las convulsiones de lo real. [...]
El abigarramiento formal y
semántico del plano de clausura es legible en múltiples direcciones: la
simetría compositiva que conjura el antitético destino de los no-amantes, la
duplicidad de un encuadre que es a la vez (estrecha) apertura liberadora y opresivo
reflejo especular, la densidad temporal convocada desde la incertidumbre de un
presente en sombras, la superficie del plano como espacio liminar entre
trayectos y tiempos divergentes, entre el deseo cumplido y la deflación anímica de la derrota… Sin duda, la cualidad definitoria de su pregnancia es la de una suerte de celebración
melancólica: daguerrotipo o lámina desvaída en la que se invoca por última vez a unos
personajes exhaustos y suspensos en el limbo indeciso de la memoria.»
Xavier R. Vasco, (Des)composiciones neoclásicas