Fantasmas
del lenguaje
La novela ha sido siempre para
António Lobo Antunes una práctica fronteriza y experimental, inscrita con
determinación indeclinable en la estela de las experiencias vanguardistas que
en las primeras décadas del siglo pasado signaron la crisis del modelo
realista. La desarticulación de sus instancias narrativas propició la apertura
de un espacio de indeterminación poética como territorio idóneo para la
exploración de las fracturas del sujeto y el vértigo de una realidad
refractaria a las categorías explicativas (fuesen sociológicas o psicológicas)
tradicionales. De un modo semejante, podríamos decir que en la novelística de
Lobo Antunes la investigación formal en los límites de las estructuras y
significaciones narrativas sirve para dar cuenta del destino de unos personajes
cuya identidad se somete un riguroso proceso de vaciamiento entre los
mecanismos enajenantes de un universo ideológico, institucional y afectivo en
descomposición.
¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? se revela coherente con esta poética y con unos procedimientos formales cuya exacerbación conduce a la crisis de la conciencia narrativa. ¿Cómo entender, por tanto, la pretensión declarada del autor de “escribir una novela a la manera clásica, que destruyese todas las novelas hechas de esa manera”? Más allá de la ampulosidad de su formulación, se apunta aquí a una latencia paradójica en los pliegues de la propia novela, elaborada a partir de una materia de cuyos mimbres podría salir una narración convencional de cariz melodramático, que conjugase la decadencia y final desintegración de una familia perteneciente a la burguesía terrateniente con elementos canónicos como las fricciones de clase, la relación entre amos y criados, el adulterio, las tensiones paterno-filiales o los conflictos de una sexualidad sofocada por el peso muerto de las interdicciones religiosas, sin olvidar el ocultamiento de un hijo bastardo.
La destrucción de ese modelo
clásico viene por la vía de la exasperación de sus materiales dramáticos (solo
hace falta enumerar los modos patológicos en que se degrada el extrañamiento de
los personajes para sospechar que en el pesimismo de la mirada se agazapa un
filo de oscura parodia: la singular ludopatía del padre, obsesionado con el
numero 17; la nostalgia de la infancia transmutada en pedofilia en uno de los
hijos o la drogadicción como refugio del rechazo en otra hija) y por una
aproximación lírica que experimenta en las fronteras de la inteligibilidad: en
las horas previas a la muerte de la madre, las voces de los miembros de la
familia (incluidos algunos ya muertos) se relevan en el uso de la palabra para
desgranar la memoria turbulenta de su declive en un flujo verbal de sintaxis
fragmentaria y dislocada, una corriente de conciencia que en su magmática
heterogeneidad no solo distorsiona y confunde las categorías de tiempo y
espacio, sino que emborrona los contornos de los personajes con deslizamientos
abruptos e inesperados de una voz a otra. Más que una secuenciación narrativa,
hay una formalización según pautas rítmicas de recurrencias léxicas y
sintagmáticas que germinan en embriones fracasados de narratividad, a través de
cuya repetición obsesiva entrevemos atisbos de un paisaje vital decadente.
La pulsión destructiva que
alienta en la novela se manifiesta también en la utilización de la corrida de
toros como clave ordenadora, al agrupar los capítulos según las fases del rito
sacrificial, convertido de este modo en metáfora estructural que declina la
vida en términos barrocos y fatalistas. Un artefacto, pues, que ritualiza los
fastos de la muerte y que no duda tampoco en exhibir su propia precariedad constitutiva
en la intensa visibilidad de su gesto autorreferencial: las criaturas de
ficción interpelan con frecuencia al autor y no dejan de ser conscientes de su
condición de meras voces, presencias emergentes de la deriva textual. Una de
ellas nos avisa que “esta es una novela de fantasmas”: efectivamente, fantasmas
del lenguaje. De ahí la persistencia de su murmullo entre las cenizas mismas de
la realidad y el sentido.
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