miércoles, 7 de abril de 2010

"Bright Star" de Jane Campion

Pude ver ayer Bright Star, la última película de Jane Campion, centrada en la relación entre John Keats y Fanny Brawne. La directora neozelandesa nunca ha sido santa de mi devoción: El piano me pareció tan indigesta como pretenciosa y de otras películas de ella -Holy Smoke o In the Cut- lo mejor que puedo decir es que misericordiosamente las he olvidado. En cuanto a la versión que hizo del Retrato de una dama de Henry James la recuerdo como una adaptación inevitablemente reductora, pero cuya plasmación del deseo femenino y de las trampas sociales a que puede conducir enlazaba agudamente al maestro americano con las preocupaciones feministas de la directora; en todo caso, su película menos irritante de las que había visto de ella hasta entonces.


Hasta la fecha, porque he de reconocer que con esta Bright Star, a pesar de los pesares -esa tendencia (cuasi)patológica a un esteticismo un tanto estridente que a veces lastra el film- me ha conmovido, algo que no había conseguido ni de lejos anteriormente. Sin extenderme sobre sus posibles méritos, es de rigor mencionar la delicadeza con que se acerca a ese amor marcado desde el principio por la imposibilidad, primero a causa de la insolvencia económica de Keats y luego por su enfermedad mortal, y el modo enriquecedor en que integra las miradas de los testigos de su discreto y refrenado arrebato pasional, bien desde la comprensión o el silencio emocionado y cómplice (la madre o hermanos de Fanny), bien desde una posición sarcástica (Charles Brown, el amigo de Keats, competidor de Fanny por sus favores y atención). Incluso en este último caso, Campion traza un retrato menos unilateral y maniqueo de lo que podría parecer, añadiendo matices y espesor a la hosca pomposidad de las apariciones iniciales.


Hay también una atención al detalle y una sensualización de los movimientos de los personajes en armonía con la naturaleza que me recordaron en ocasiones aquella maravilla australiana de Picnic en Hanging Rock, aunque hay que decir que es en la actriz que encarna a Fanny, Abbie Cornish, en su belleza y su cuerpo convulsionados por el vértigo destructivo e incomprensible que los posee, donde reside gran parte del atractivo de la película. En este mismo sentido, la convicción al mostrar el tránsito de la Fanny elegante y mundana del principio a la que, tras la muerte del poeta, camina enlutada sobre un paisaje nevado musitando los versos de Brillante estrella ("Brillante estrella , si fuera constante como tú, /no en solitario esplendor en lo alto de la noche/ [...]despierto por siempre en una dulce inquietud, /silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar,/ y así vivir por siempre o si no, desvanecerme en la muerte") constituye tal vez la prueba más decisiva del talento que aquí se ha empeñado, pero no hay que olvidar la preferencia eficaz y punzante de Campion por la metonimia y la elipsis: una plano de la camisa ensangrantada de Keats para indicar el ápice aterrador e invencible de su enfermedad o tres planos del traslado del ataúd por una Roma desierta para evocar su muerte.


Sobre los títulos de crédito finales oímos la voz de Ben Whishaw, el actor que encarna a Keats, recitando Oda al ruiseñor. Su estremecedora belleza adensa las imágenes del duelo y la pérdida y nos convoca a ese otro lugar imposible alejado de "la inquietud, el cansancio y la fiebre".

Perderme a lo lejos, deshacerme, olvidar

que entre las hojas tú nunca has conocido

la inquietud, el cansancio y la fiebre

aquí, donde los hombres tan sólo se lamentan

y tiemblan de parálisis postreras, tristes canas,

donde crecen los jóvenes como espectros y mueren,

donde aun el pensamiento se llena de tristeza

y de desesperanzas, donde ni la Belleza

puede salvaguardar sus luminosos ojos

por los que el nuevo amor perece sin mañana.


2 comentarios:

  1. Tiene una pinta estupenda. A mí In The Cut me pareció infumable y The Piano pues al margen del papelito de Anna Paquin que era súper pequeña y lo hizo muy bien era una peli bastante deprimente.
    Buscaré ésta para verla aunque me da la impresión que terminaré hecha un mar de lágrimas...
    Un saludo (me acabo de topar con tu blog).

    ResponderEliminar
  2. Hola, Saray. Creo que la película merece la pena, aunque no sé si es como para terminar hecha un mar de lágrimas: no es tanto un desatado drama pasional como una meditación sobre su imposiblidad y su pathos es más melancólico y reflexivo que melodramático, aunque eso, desde luego, no excluye la emoción, sino que la hace más sutil y matizada. Un saludo.

    ResponderEliminar